miércoles, 4 de julio de 2012

Historieta en solfa de una Monarquia bufa.

Voy a desconectar una semana, debido a unas vacaciones creo que merecidas. Os dejo para vuestro deleite una oda que me ha enviado, un amigo, un camarada y un bloguero a mi correo electrónico en la que queda retratada a la perfección la "Historia de nuestra nefasta Monarquía". Aquí os la dejo y hasta la vuelta:


En un anciano país

existió una monarquía

que comenzó en democracia

y terminó en anarquía.



En aquel reino reinaba

una curiosa familia:

un Borbón de nuevo cuño

y una griega algo engreída

que engendraron dos princesas

y un príncipe en demasía

por cumplir con  la ley Sálica

que consagraba la hombría.



La cosa empezó a torcerse

con las bodas de las hijas,

algo ligeras de cascos

y de moral distraída.



La mayor, que era algo lela,

pasó por la vicaría

con un noble también lelo

en la ciudad de Sevilla.

Al poco tiempo parió

un querubín de revista

que devino en gamberrete

con escasa puntería.



La segunda, buena jaca,

se cameló a un deportista,

que dejó a su antigua novia

y se encoñó con la niña.

De jaca pasó a coneja

y cada año paría

urdangarines de pro,

chupones de dinastía.



Y el principito heredero,

cortejador de coristas,

cayó por fin en el cebo

de una artera periodista,

divorciada y con más mañas

que la puta Celestina;

pero falló en la preñez

por seguir la dinastía

pues en lugar de un varón

paría niña tras niña.



Pero empiezan los problemas

y la cosa se complica

por culpa de estos gañanes

que, de nobleza, ni pizca.



El noble rancio de Soria,

bermudas y en zapatillas,

paseaba por Serrano

cual jocunda modistilla;

circulaba en patinete

con ignorante osadía

saltándose a la torera

direcciones prohibidas



Y el Borbón mandó parar,

se acabó la algarabía,

suspendió la convivencia

y se cargó una familia.



El chico del balonmano,

modelo de deportistas,

se convirtió en un truhán,

en un vulgar chantajista

que,siendo duque de Palma,

tuvo la necia osadía

de estafar unos millones

en tan reputada isla.



Y el Borbón mandó parar,

porque al duque sugería

que se marchase del reino

a ocultar sus fechorías.

La justicia que no es lerda,

apeló a su señoría,

y es fácil que al señorito

le caigan ciento y un días.



El príncipe mientras tanto

afronta esta travesía

sin saber que el gran patrón

prepara una felonía.



Sin encomendarse a nadie

se ha ido de cacería

a la sabana africana,

solito y sin la Sofía,

sabiendo que a la llegada

le esperaba mis Corina,

rubia y jacarandosa,

cortesana la más fina.



A la mañana siguiente

salieron de cacería,

cacería de elefantes,

que es una cosa muy fina.

Parece ser que cobraron

colmillos de gran valía,

y a celebrarlo montaron

una generosa orgía.



El Borbón de las narices

como un cosaco bebía,

y apañó tan regia trompa

que salió con alegría

no a por rudos elefantes

sino a trincarse a Corina

que lo esperaba anhelante

tras las leves celosías

del bungalow colindante.

Como al pendejo le ardía

la” cosa “ entre la entrepierna,

pensando que ya subía

al catre de aquella fiera,

aceleró por la prisa

y tropezó en un tablón

y tropezó de tal guisa

que se crujió la cadera

y se le aflojó la picha.



Al monarca, trastornado,

llevan a la enfermería,

y al ver que es  cosa muy seria

llaman a Cancillería

para repatriar al bobo

y salvar la Monarquía.



Corina, desconsolada,

triste, sola y compungida,

se consoló con un negro,

muy bien “ armado” y sin prisas.

Mientras, la consorte griega

celebra Pascua Florida

blasfemando porque el Rey

la cuernea con Corina.



Esta es la historia,señores,

del reino de Picardía,

donde los “nobles y reyes

ejercen con alegría

un papel desvergonzado,

las más torpes tropelías,

mientras el pueblo se jode

y no le encuentra salida

a los más duros problemas

de su aperreada vida.

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